Tradicionalmente, las fiestas navideñas se relacionan con sentimientos positivos, de amor, de ilusión y de alegría. Pero es bastante frecuente que para algunas personas sean fechas especialmente difíciles.
Hay personas que experimentan un estado de ánimo negativo en Navidad (blues navideño o depresión blanca), que, sin llegar a ser un trastorno como tal, se caracteriza por la aparición de síntomas como la tristeza, el insomnio, la ansiedad o el mal humor.
Uno de los motivos de malestar en Navidad puede ser el estrés que generan las fiestas y las reuniones familiares: la autoexigencia y el deseo de vivir las «Navidades perfectas», la dificultad para compatibilizar la vida laboral y familiar con las vacaciones escolares, la presión social por organizar grandes encuentros y comprar muchos regalos, a veces por encima de nuestras posibilidades, las tensiones familiares que pueden surgir en las celebraciones, y la gran tarea que supone a menudo comprar, cocinar, limpiar y organizarlo todo en estos encuentros. Las mujeres a menudo todavía se hacen cargo de gran parte de estas responsabilidades en las familias, con la carga mental y el estrés añadido que supone para ellas.
Otro factor que puede influir en nuestro estado de ánimo en estas fechas es la disminución de exposición a la luz natural que vivimos en otoño e invierno. Algunas personas sienten de forma habitual un ánimo más bajo en estos meses, y, en algunos casos, pueden aparecer episodios depresivos asociados con este periodo, el llamado trastorno afectivo estacional.
Además, las personas que tienen una red social y familiar insuficiente o insatisfactoria pueden sentir todavía más su soledad cuando los demás parecen estar rodeados de seres queridos.
También es frecuente una mayor tristeza en personas que han perdido a alguien cercano, pues la ausencia de la persona querida se hace más evidente en fechas señaladas, como aniversarios, cumpleaños, vacaciones o Navidades, incluso a pesar del paso de los años. La dificultad de los demás para entender estas emociones y las expectativas propias y ajenas de pasarlo bien y ser felices en estos días pueden añadir un malestar emocional extra en estos casos.
Estas fechas pueden ser especialmente difíciles para las personas con depresión o con algún otro problema de salud mental, y pueden ocasionar un empeoramiento de algunos de sus síntomas. Como los demás, sufren el estrés de las fiestas y los sentimientos de soledad y de pérdida en los duelos, pero también la contradicción entre las expectativas de «tener que ser felices en Navidad» y sus sentimientos reales. Además, los síntomas de depresión, que lógicamente se mantienen en estas fechas, se pueden convertir en una barrera añadida que no permite participar en las celebraciones, empeorando los sentimientos de soledad y aislamiento social.
- Si estamos siguiendo un tratamiento, es importante mantenerlo durante las fiestas, así como seguir con los hábitos saludables y las rutinas que nos hayan ayudado (ejercicio, meditación, descanso…).
- Mantener una alimentación saludable fuera de las celebraciones y evitar el consumo de alcohol y sustancias. No olvidemos que el alcohol puede provocar y empeorar la depresión.
- Convertir el autocuidado en una prioridad: cada persona es diferente, valorar qué nos ayuda a sentirnos mejor y buscar el tiempo para cuidarnos.
- Si nos sentimos solos en estas fechas, hablarlo con familiares, amigos y conocidos, para pedir de forma clara ayuda y compañía. Algunas organizaciones sociales también ofrecen encuentros en estas fechas; averiguar si existe alguna de estas opciones en nuestro ayuntamiento o centro social puede ser una alternativa.
- Planificar las celebraciones con tiempo, dentro de lo posible.
- Rebajar nuestras expectativas y exigencias para estas fechas para evitar toda esta presión añadida. Priorizar el bienestar y la tranquilidad por delante de otros deseos materiales concretos, como regalos, decoración navideña o comidas especiales.
- Reflexionar sobre qué es realmente esencial y prioritario para nosotros, qué es lo más importante y de qué cosas se puede prescindir.
- Repartir las tareas entre todas las personas que se vayan a reunir, adaptadas a las posibilidades de cada uno.
- Revisar los gastos que vamos a hacer, tanto en comida como en regalos, en base a nuestro presupuesto y nuestras necesidades reales, y ceñirnos a este presupuesto.
- Ser claros sobre nuestros sentimientos y necesidades con las personas de nuestro entorno.
- Si se prevén conflictos familiares, reflexionar con antelación sobre cómo queremos manejar estas situaciones. Hay que recordar que las celebraciones no tienen porqué ser iguales todos los años, y que, en el peor de los casos, uno puede retirarse de una situación que genera malestar.
- Ante la aparición o un empeoramiento de la depresión en estas fechas, pedir ayuda siempre que sintamos que es necesario, ya sea a personas cercanas o a un profesional de la salud, como por ejemplo el equipo de salud de referencia o el médico de cabecera.