Miles de adultos, niños y familias completas, originarios en su mayoría de Centroamérica, Venezuela, Cuba y Colombia, partieron a pie de Tapachula, casi en la frontera con Guatemala, con la esperanza de que las autoridades mexicanas les permitieran llegar hasta la frontera con Estados Unidos, pero con tristeza por tener que pasar las festividades decembrinas en esas condiciones.
A pesar de la presencia de la policía y la Guardia Nacional, no se tomaron medidas para detener a la caravana, la cual se instaló para pasar la noche a unos 13 kilómetros de Tapachula.
Los migrantes pasaron una cena de Nochebuena muy diferente. Se ubicaron en un parque, y vecinos de la zona les repartieron bocadillos, plátanos, agua y en algunos casos pollo para los niños. Más adelante, en otro punto del camino, una familia se colocó sobre la carretera para regalar tamales y agua.
Karla Ramírez, migrante hondureña que viajaba con 18 integrantes de su familia, entre ellos cuatro menores, no alcanzó el reparto de comida, pero pudo comprar jamón, tortillas y tomate. Dijo que nunca había pasado una Navidad en la calle, pero reconoció que echarse a caminar en estas fechas es “algo que nosotros decidimos”.
“Esto es una oportunidad para nosotros”, expresó la venezolana Eduviges Arias, que iba con su hija y su hermano, y tampoco recordaba una Navidad como esta, aunque aseguró que “es lo que toca” si quieren conseguir una vida mejor.